De los Gurrelieder de Arnold Schönberg
De los Gurrelieder de Arnold Schönberg
Schönberg fue motivado a escribir los Gurrelieder
por un concurso de composición convocado por la Asociación de Compositores de
Viena (Wiener Tonkünstler-Verein). Inicialmente Schönberg decidió hacer un
ciclo de canciones para piano y voz con textos provenientes de la novela En cactus
springer ud del poeta danés Jens
Peter Jacobsen (1847–1885) en traducción al alemán de Robert Franz Arnold.
Schönberg musicalizó, primeramente, aquellos poemas que tratan del amor del rey
Waldemar y su amante, la bella Tove. Según comentarios de Alexander von
Zemlinsky, Schönberg no entregó la partitura, temiendo que la novedad de la
obra le restaría posibilidad de ganar el concurso. En oposición a tal
afirmación, Schönberg decía que no la entregó por no terminar a tiempo la obra.
Durante toda la siguiente década Schönberg trabajaría en la obra, poniendo en
metro músico otros fragmentos de Jacobsen, para constituir una monumental
cantata en tres partes. La sección inicial, dito, comprende los poemas de amor
mencionados, mientras que en las siguientes dos partes se narra el asesinato de
Tove ordenado por la esposa del rey, y la desesperación del rey Waldemar que,
transido de dolor, maldice a Dios por haber permitido tales sucesos. Tal acto
lo condena a dirigir cada noche una estantigua, que asola el castillo de Gurre.
La primera parte de la obra se estrenó como ciclo de Lieder para piano y voz el
14 de enero de 1910 en un arreglo realizado por Anton Webern para dos pianos a
seis y ocho manos. El 23 de febrero de 1913 se realizó el estreno de la obra
completa con la participación de la Tonkünstler-Orchester en el Grossen
Musikvereinsaal en Viena bajo la dirección de Franz Schrecker. El estreno fue
el triunfo más grande que tendría Schönberg en toda su vida. Mas, no obstante
que el público concedió un aplauso de más de 15 minutos al compositor, Schönberg
se negó a salir al escenario. Supuestamente, su reacción fue respuesta a la
actitud conservadora presentada por el público en ocasiones anteriores, cuando
se habían estrenado nuevas obras. Según la opinión de muchos contemporáneos, versión
que me parece más digna de novela que correspondiente a la realidad, el públicó
se vengó de tal afrenta, pocas semanas después, el 31 de marzo, cuando tuvo
lugar el concierto que ha pasado a la historia como el “concierto del
escándalo” (Skandalkonzert). En tal concierto, Schönberg presentaba al público
una serie de obras de nuevos compositores que, como ha mostrado la historia,
eran todos ellos los más insignes creadores musicales del momento en Viena. Todas
las partituras programadas en tal ocasión son obras maestras fundamentales para
entender el desarrollo de la música. El programa estuvo integrado por las Seis
piezas para orquesta op. 6 de Anton Webern, las cuatro canciones para orquesta
(Orchesterlieder) con texto de Maeterlinck de Alexander von Zemlinsky, la
sinfonía para cámara en un movimiento op. 9 de Arnold Schönberg, y dos de las
canciones de concierto para orquesta con texto de Peter Altenberg de Alban
Berg. Finalmente, también estaba planeada la ejecución de los Cantos a la
muerte de los niños (Kindertotenlieder)
de Gustav Mahler. Esta obra ya no se ejecutó porque la violencia desata en el
público, a pesar de la intervención de la policía, no permitió su ejecución.
Las crónicas relatan que las protestas del público iniciaron con gritos,
palabrotas e insultos, para terminar con la destrucción del mobiliario de la
sala. Cuando varias personas del público intentaron subir al escenario para
abofetear a Schönberg y éste anunció que había llamado a la policía, se desató
en la sala la violencia en tales proporciones que el interior del recinto quedó
prácticamente destrozado y la intervención de las fuerzas del orden público
sólo sirvieron para desalojar la sala y atender a los heridos. Luego de este
incidente, Schönberg abandonaría definitivamente la línea de composición desarrollada
hasta este momento para dedicarse a sus teoría vanguardistas. La historia que
explica los violentos sucesos como una reacción del público a la negativa de
Schönberg a atender la ovación recibida durante el estreno de los Gurrelieder me parece, como he indicado,
insatisfactoria. Tampoco me parece factible creer que tan sólo fuese una
reacción a la modernidad de las obras programadas: a diferencia del público francés,
que realizaría dos meses después del Skandalkonzert,
el 29 de mayo de 1913, un escándalo similar durante el
estreno de Le sacre du printemps de
Stravinsky, el público vienés si estaba acostumbrado a escuchar música moderna.
Aunque aun se debe buscar una explicación convincente para los sucesos, lo
cierto es que la historiografía ha sobrevaluado el Skandalkonzert en la evolución del estilo de Schönberg. La realidad
es que en el largo tiempo que va del inicio de la composición de los Gurrelieder hasta su estreno, Schönberg
había realizado una amplia evolución en sus ideas. Al respecto importa recordar
algunos datos. Por una parte, hacia 1898, Schönberg, después de varias crisis,
había decidido dejar el judaismo para convertirse al protestantismo. La
conversión coincide con la composición de su sexteto para cuerdas op. 4 llamado
Verklärte Nacht, estrenado en 1899.
Esto sucedió muy poco tiempo antes de iniciar la composición de los Gurrelieder. En 1901 se casa con
Mathilde, la hermana de Alexander von Zemlinsky, uno de los compositores de
ópera más importantes de la primera mitad del siglo XX. El matrimonio con
Matilde tuvo como consecuencia la expansión del espacio del diálogo entre los
dos grandes compositores al respecto de problemas de la teoría armónica. Cuando
Schönberg interrumpe la composición de los Gurrelieder, después de haber
concluido la primera parte del ciclo, siguió la recomendación de Richard
Strauss y se dedica a la composición de su poema sinfónico Pelleas und Melisande, basado en el drama de Maurice de Maeterlinck
sin saber que Claude Debussy estaba próximo a presentar su ópera basada en el
mismo drama. Después de deambular entre
Viena y Berlin, regresa a la primera, donde, a partir de 1904, Anton Webern y
Alban Berg serán sus alumnos. A partir de su actividad docente desarrolla
nuevas ideas sobre la armonía, que publicará en un tratado en 1911. Su tratado estaba
destinado a ser uno de los escritos más influyentes de la cultura del siglo XX.
Finalmente, en 1912 estrena su Pierrot
Lunaire en el cual utiliza recursos expresivos que también emplea,
simultáneamente, en algunas partes de los Gurrelieder.
Considerando, entonces,el itinerario que va desde la primera parte de los Gurrelieder y el Pelleas und Melisande hasta la Teoría
de la armonía, el Pierrot Lunaire
y la última parte de los Gurrelieder
se reconoce que la composición del magno ciclo signa, atestigua y acompaña una
profunda transformación en la estética de Schönberg. Tal evolución ha sido
resaltada por la mayoría de los críticos: se señala la distancia que va desde
el estilo posromántico de las partes iniciales de los Gurrelieder, el uso del Leitmotiv wagneriano, la orquestación
determinada por su admiración por la 3ª Sinfonía de Mahler, hasta el uso del
Sprechgesang, para la musicalización del poema Des
Sommerwindes wilde Jagd de la
tercera parte del ciclo al modo como lo utilizó también en el Pierrot Lunaire. Pero ante todo
sobresale en la monumental obra una ambigüedad armónica, que dejaría su clara
impronta en una signífera cantidad de obras singulares del siglo XX que, en las
últimas décadas, han entrado a ocupar un lugar indubitable y constantemente más
alto del canon musical como son las óperas Die
Gezeichneten (Los marcados) de Franz Schrecker (el cual dirigió el exitoso
estreno de los Gurrelieder), Król Roger (El rey Roger) de Szymanovski, König Kandaules de Zemlinsky, o el ciclo Sånger vid havet (Cánticos
del mar), la Sinfonia
espressiva (1935-37) y la Sinfonia
del mare de Gösta Nystroem o el monumental legado sinfónico
de Allan Petterson.
Jens Peter Jacobsen, el
autor de los poemas, fue un admirador de las ideas de Charles Darwin, cuya Teoría de la Evolución tradujo al danés.
Esto explica su inclinación por ideas correspondientes al determinismo biológico,
que contribuyeron a aumentar sus dudas religiosas, provocándole fuertes crisis
que lo condujeron al ateísmo. Tales dudas, por otra parte, se cifran, al igual
que en la obra de otros grandes escritores daneses de la época, como el
anticlerical Georg Brandes (1842-1927) y Henrik Pontoppidan (1857-1943), en las ideas
de Søren Kierkegaard (1813-1855) relacionadas con el
conflicto existente entre el cristianismo en divergencia con la cristiandad, la
necesidad númica y el pensamiento científico. Y en este contexto, y en
particular en relación con los textos seleccionados por Schönberg para su obra,
me parece de particular importancia las ideas de Kierkegaard sobre el Hombre
formuladas en Sygdommen til Døden
(Enfermedad hasta la muerte). En tal obra desarrolla la idea de la situación
dialética del ser humano entre la angustia existencial cotidiana impuesta por
la naturaleza perecedera del ser que precipita al hombre a la desesperación
ante el destino y que, consecuentemente, conlleva la condenación, imposibilitando
su potencialidad de Salvación. Es decir, que, en contraposición a una
superficial opinión que coloca los Gurrelieder
de Schönberg bajo la influencia de Wagner, en realidad no se encuentran las
ideas de redención por la piedad desarrolladas por Schopenhauer y utilizadas
por Wagner, sino en los Gurrelieder
se presentan las ideas de Kierkegaard según las cuales la redención es
imposibilitada por la desesperación ante el destino. Las dudas y
conflictos religiosos, conocidos de la biografía y la obra de Jacobsen se
reflejan particularmente en la novela en que se basan los Gurrelieder y son parte central de los fragmentos seleccionados por
Schönberg para su cantata: como consecuencia del dolor por la muerte de su
amante, el rey Waldemar renuncia y maldice a Dios, condenándose a conducir cada
noche una estantigua.
El motivo del individuo
que maldice a Dios precipitándose a la condena fue recurrente en el siglo XIX a
partir de que los románticos alemanes, en especial E. T. A. Hoffmann, colocaron
en el ápice del canon operístico el Don
Giovanni de Lorenzo da Ponte con música de Mozart. Lo encontramos, aunado
con otros motivos, en el Manfred de
Byron, en Don Álvaro o la fuerza del sino
del Duque de Rivas, y, particularmente obscuro por el uso del motivo del
doble, en Los elixires del diablo de
E. T. A. Hoffmann o William Wilson de
E. A. Poe, entre muchos otros. Pero la situación entre la condenación de
Waldemar y Don Giovanni es separada por un problema teológico fundamental. Don Giovanni de Lorenzo da Ponte es
descendiente directo del Don Juan de Tirso de Molina y, consecuentemente, se
mueve en la esfera de las ideas del libero arbitrio molinista y, en especial,
de las Disputaciones Metafísicas XIX y XXII de Francisco Suárez, mientras que
la condenación del rey Waldemar obedece a ideas relacionadas con el servo arbitrio agustiniano desarrolladas
por Martín Lutero. Es decir: mientras Don Giovanni se condena por propia
voluntad al rechazar el acto de contrición, Waldemar se condena por dudar de la
Gracia final oculta en la omnisciencia divina y, en última consecuencia, por la
predestinación.
Y es este problema teológico,
la humana inescrutabilidad ante el sentido final del acto dispuesto por la
omnisciencia divina la pregunta postrera que se encuentra en una signífera
parte de la producción de Schönberg, especialmente después de huir a tiempo del
genocidio nacionalsocialista y reconvertirse al judaismo a inicios de los años
30. Tal problema lo encontramos en su Kol
nidre op. 39 (1938), para
declamador (rabino), coro mixto y orquesta; como también signa, en instancia
última la pregunta por la razón de permitir la divinidad los horrores de los
sistemas totalitarios, como el nacional-socialismo y el comunismo / socialismo realizada
en A Survivor from Warsaw, op. 46 (1947), en el cual Schönberg utiliza
como parte central el שְׁמַע יִשְׂרָאֵל (Shemá Israel, Escucha Israel).
Pero esta pregunta teológica, el problema del dolor humano permitido por la
omnisciencia divina, se encuentra, en última instancia, también en Dreimal
Tausend Jahre (Tres veces
mil años, op. 50ª, 1949), en el Salmo 130,
op. 50b, De profundis, (1950), para
coro mixto a capella y seis voces; o las tres grandes obras de contenido
religioso que dejó inconclusas Schönberg: Die
Jakobsleiter (La escala de Jacob, 1915-1922), su ópera Moses und Aron (1923-1937) y
el ciclo Moderne Psalmen (Salmos
modernos).
De tal suerte, si bien la opinión
superficial considera los Gurrelieder una
obra posromántica y ex-céntrica en la obra de Schönberg, en un acercamiento más
cuidadoso se observa que la monumental obra signa, desde el punto de vista
musical, la evolución de concepciones armónicas tradicionales a las nuevas
teorías armónicas, mientras que, desde el punto de vista literario, cifra el
problema de la predestinación y la inescrutabilidad del desgnio divino. De tal
suerte, si bien la biografía de Schönberg dicta que, inicialmente, los Gurrelieder tienen su origen en un
concurso de composición, se debe considerar la obra como parte de la producción
profundamente religiosa del compositor que indaga la razón última de la
voluntad y omnisciencia divina que sanciona el dolor en el teatro del mundo.
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