Como ser poeta socialmente comprometido y no sucumbir a la mercadotecnia del neoliberalismo.
A partir del inmenso éxito y respeto de la exigente y conocedora
comunidad intelectual mexicana que ha ganado Sandino Bucio por sus
profundìsimos poemas, lo cual, lo reconozco, me ha corroído de envidia,
he decidido también dedicarme a ser un poeta e intelectual comprometido
con causas sociales. Para ello he reflexionado largo y tendido sobre el
quehacer poético de un intelectual comprometido socialmente y he llegado
a la conclusión de que sería un enorme egoísmo, característica de la
ahora por mi odiada burguesía letrada, no compartir con mi pùblico
lector los secretos de cómo escribir un poema profundamente inspirado en
las causas sociales. De tal suerte, explicaré, paso a paso, como
escribir un poema socialmente comprometido.
Antes que nada debe uno estar muy consciente que un empeño de tal naturaleza no es una cosa baladí: son necesarios profundos conocimientos de la tradición poética de occidente. Pero, la verdad es que, si uno realmente es un intelectual comprometido socialmente, no le queda uno mucho tiempo para estudiar la tradición poética de Occidente por tener que: 1, ver devotamente a Carmen Aristegui para estar informado objetivamente de las opiniones de la mejor reportera de México; 2, leer diariamente “La Jornada”; 3, estudiar con detenimiento las profundìsimas reflexiones políticas de John Ackerman; 4. leer novelas de Taibo y Poniatowska; 5. participar en y organizar el Comité de Huelga en curso (y si no organizar una huelga); 6, comprar camisetas con la imagen del Che y pedirle a la abuelita que ya no le teja otra bufanda para navidad, sino un pasamontañas, 7. aprender a diferenciar al enemigo que, obviamente, es de una ideología conservadora, reaccionaria, capitalista, patriarcal, falocentrista y neoliberal; y 7. reunirse en el Starbucks con otros compas revolucionarios a discutir sobre los problemas políticos del mundo, y la infiltración de las mafias de poder capitalista, pero cuidando que la baguette que se coma uno sea de mozarella sin jamón, porque eso de comer carne (por lo menos en público) delata una falta de conciencia ecológica y, consecuentemente, capitalista y reaccionaria.
Todo esto, obviamente, le deja a uno muy poco tiempo para el estudio. Pero eso no importa: en la UNAM se puede uno quedar el tiempo que uno quiera. Además de que si uno tiene la poca conciencia social de terminar una carrera y dejar de ocupar una plaza subsidiada por el gobierno en la UNAM se corre el peligro de que tal plaza sea ocupada por alguno de esos asquerosos capitalistas reaccionarios que solo tienen en mente terminar la licenciatura para integrarse al mercado laboral de un sistema económico de explotación. Y eso se debe evitar a toda costa si uno tiene conciencia de los problemas sociales que aquejan al país.
De tal suerte, pues, queda poco tiempo para estar leyendo poesía, teoría de la poesía y conocer la tradición cultural de Occidente. Y, aquí hay que hacer una aclaración: la tradición cultural de Occidente es algo extranjerizante ajeno a nuestras profundas raíces autóctonas. Por ello hay que sospecher de todo ello. Siempre es bueno sospechar de algo. Para salvar el problema al respecto de la falta de conocimiento de la tradición cultural de Occidente, lo mejor es seguir la intuición poética. Cualquier poeta y artista comprometido socialmente con la lucha revolucionaria sabe que ello resulta ser mucho más importante que esa cuestión decadente y burguesa del estudio. Así que, permítaseme revelar, socialmente comprometido, los secretos para llegar a ser un gran poeta social.
Antes que nada le debe quedar a uno claro que el único tema que puede tratar un poeta socialmente comprometido es el de la denuncia social. Pero el campo que ofrece esto es enorme. Tan sólo hay que esforzarse un poco. Veamos. Necesitamos denunciar 1. los sufrimientos de un ser desvalido; 2. los embates que sufre como consecuencia de las fuerzas reaccionarias de la sociedad de consumo; 3. y utilizar alguna cuestión existencialista. Esto siempre le da gran profundidad filosófica al texto. Así, se podrá utilizar como víctima existencialista de los embates de las fuerzas reaccionarias de la extrema derecha capitalista, por ejemplo: la solitaria intestinal. Eso es un excelente motivo. Y, además, su nombre ya conlleva una carga poética existencialista que no necesita mayor explicación.
Ahora se deberá decidir que forma poética se utilizará. Es claro que eso de los sonetos, los romances o las canciones a la italiana no deben ser utilizados. Son formas representativas de las sociedades decadentes. Además, impondría el conocimiento, obviamente obsoleto, de las reglas de versificación y, aun peor, en el caso de los sonetos endecasílabos, se tendría uno que ocupar previamente con cuestiones propias de la burguesía como lo es el aprender a contar hasta 11. Todo eso, queda clarísimo, son resabios de la sociedad de consumo individualista que procura la alienación del individuo.
Es
obvio que lo mejor para un poeta socialmente comprometido es la oda de
verso libre: no se tiene que contar ni sílabas, no se tiene que rimar,
ni tampoco se necesita conocer de estrofas. Lo único que se necesita
ante todo es repetir y repetir y repetir palabras o frases en cada verso
para lograr un ritmo.
Si además se
considera que toda poesía realmente comprometida socialmente solo se
escribe como odas en versos libres, como lo demuestra el tal Neruda o el
tal Ernesto Cardenal y, aun, la muy inspirada Gioconda Belli, por no
mencionar al grandísimo Sandino Bucio, entonces, se reconoce que los
problemas formales quedan resueltos.
Así,
hemos establecido un tema de profundidad social y existencial (la
solitaria intestinal), un tema de denuncia del mundo neoliberal (la
sociedad de consumo) y la forma (oda de verso libre). Ahora, empecemos
con la redacción.
Siempre es importante para el poeta social considerar que el lector tome conciencia de que atrás de la maravilla cuya lectura inicia se encuentra una mente aguda comprometida con las causas de los más vulnerados en el neoliberalismo. Entonces, obviamente, es importante que el poeta social se mencione a sí mismo. Queda claro que el poema socialmente comprometido iniciará con un rotundo “Yo”. Y dado que ya habíamos establecido el tema (las solitarias intestinales), podemos componer inspiradamente el primer verso: “Yo canto a todas aquellas solitarias”. El resultado, nadie lo puede negar, es simplemente brillante y de honda resonancia poética. Pero ahora se impone el problema de cómo aprovechar las consecuencias de ese inicial apasionado beso que nos ha dado la musa. Para ello, inevitablemente, utilícese una anáfora. Eso le dará un ritmo poético muy sentido, además de que no cuesta mucho trabajo. Pero cuidado: para completar los siguientes versos se necesita introducir sentimientos profundos que muevan a la concurrencia y, además alguna osadía poética para que los críticos se den cuenta que uno no es sólo un vándalo que destruye monumentos, sino un digno hijo de Calíope, Erato y Polimnia. De tal suerte escribiremos un verso con profundas resonancias emocionales (“solitaria de amor “) seguido de un verso existencialistas y comprometido socialmente (“solitaria de solidaridad”) y un verso con una osada metáfora que dará pie para que alguien escriba una brillante tesis explicando las obscuridades simbólicas de su contenido (“solitaria en el intestino grueso”)
Con ello ya
tenemos, lo que se llama un exordio y hemos cumplido con los más altos
rigores poetológicos de la tradición occidental, pudiendo, el autor de
la tesis y de la edición crítica y comentada de las obras del poeta
escribir una larga explicación donde indique que el poeta social en
cuestión no sólo conoce la tradición poética moderna de Neruda,
Cardenal, y, obviamente Sandino Bucio, sino que su amplio saber se
remonta hasta los romanos o hasta los griegos. Resulta muy bueno que el
tesista coloque al poeta estudiado en cuestión en una tradición clásica
de Virgilio u Homero, pero aun resulta mejor que lo coloquen en la
tradición griega citando algún fragmento de Safó o Anacreonte. Dado que
el tesista también quiere parecer inteligente seguramente lo hará.
Entonces, el poeta socialmente comprometido puede tener la certeza que,
gracias a esa erudita tesis, se le considere “poeta doctissimo”.
Habiendo
compuesto, cual rápsoda inspirado, los versos introductorios de su oda,
se deberá tener cuidado. Es un momento delicado en el quehacer de todo
poeta socialmente comprometido, pues si sólamente se le relaciona con
los autores clásicos se corre el peligro de ser etiquetado como un poeta
esteticista próximo a tendencias decadentes como la poesía pura. Por
ello resulta imperativo que el siguiente verso contenga una clara o
rotunda denuncia social de las estructuras de producción económicas
neoliberales. El caso es delicado y difícil, pero no insuperable para el
verdadero poeta comprometido revolucionariamente. La razòn, con toda su
carga y profundidad, impone el siguiente verso: “muriendo por efectos
de un medicamento imperialista”. ¡Listo! Se ha hecho la denuncia de todo
la industria farmaceútica obsoleta que, obviamente, no sirve para un
carajo mas que para enriquecer a cochinos burgueses reaccionarios y
obsoletos por la simple razón de que el gobierno paternalista le debe
dar a uno todas los medicamentos gratis. El poeta revolucionario ha
hecho la denuncia social. Pero ahora importa describir los sufrimientos
del minúsvalido ser que es objeto de la defensa poética que se está
realizando. Para ello se servirá de la descripción de los pesares de la
víctima: “Aquellas obligadas a esconder su gracia en la obscuridad”,
resulta un verso excelente en el que se conjuga la revelación de las
características de la víctima del imperialismo económico de la industria
farmaceútica aunado a un sentimiento de desasosiego que moverá al
lector. Y aquí conviene retomar otros aspectos de la denuncia social
para que no lo vayan a confundir, nuevamente, con un poeta esteticista.
Para ello se pueden utilizar palabras relacionadas con pobreza, frío,
explotación o hambre. ¡Hambre! si esa es la palabra idónea. Y ya tenemos
el siguiente verso: “de un intestino hambriento”. Y dado que ya se ha
logrado el tono políticamente correcto vale seguir en este tenor de
denuncia, pero condimentado y aderezado con otra osada y profunda
metáfora. El resultado: “y que sufren las mentiras y el rencor de la
comida chatarra”. ¡Genial!, ¡simplemente genial! Pero, el poeta
socialmente comprometido no puede ahora dormirse en sus laurels. Ahora
necesitamos un verso que concluya el siguiente periodo del poema
rematando con un tono ligeramente crítico que provoque desasosiego en el
lector. Pero, por supuesto que, para lograr un efecto profundamente
poético se debe utilizar alguna figura retórica. ¿Una epanalepsis? ¿una
parameosis? No. En este momento el poeta socialmente comprometido con la
denuncia de los mecanismos de opresión del neoliberalismo no puede
perder el hilo de la inspiración buscando en un diccionario que
significa todo esto y recurre a una simple y efectiva metáfora: “que
deja hambrienta la esperanza”. ¡Perfecto!
Ahora
se inicia un nuevo periodo y es muy importante no olvidar algunas citas
que remitan a la pasión de Cristo. Esto lo hace todo poeta comprometido
socialmente desde Walt Whitman, César Vallejo, Rafael Alberti, Pablo
Neruda hasta Ernesto Cardenal. La ventaja de ello es que hasta el más
estúpido puede identificar tal vocabulario y, además, hasta el más
estúpido poeta socialmente comprometido sabe que la mayoría de los
lectores socialmente comprometidos lo único que conocen son algunas
superficialidades de la Biblia porque su abuelita los llevó de niños el
domingo a escuchar misa. Asì que utilizar alguna cita de la pasión de
Cristo funciona muy bien porque los lectores revolucionarios
comprometidos socialmente no necesitan hacer un gran esfuerzo de
interpretación poetológica y aplaudirán a rabiar esos versos.
Finalmente, el poeta socialmente comprometido puede explicar, cuando lo
entreviste Carmen Aristegui que ha utilizado tales metáforas religiosas
no porque acepta la religión (todo buen poeta socialmente comprometido
sabe que es el opio del pueblo), sino que ha utilizado esas metáforas
religiosas porque Cristo, queda clarísimo, fue el primer comunista
marxista leninista bolivariano interesado en propagar el rencor de
clase al anunciar que antes pasaría un camello por el ojo de una aguja
que un rico entrase al reino de los cielos. Seguramente Carmen
Aristegui, al oír esto doblará sus manos y alzará emocionada, como
acostumbra, las cejas. Claro que esto es consecuencia de que ignora que
eso del camello es un error de traducción que se ha perpetuado en la
cultura occidental. Pero eso no le importará: creerá que, a pesar de sus
millones acumulados, ella, junto con todos sus asiduos televidentes
babeantes, entrará al reino de los cielos antes que Carlos Slim. Asì el
sentido y profundo poeta creará todo un grupo de versos en los que
utilice metáforas religiosas, igual que Whitman, Vallejo, Neruda y,
hasta Ernesto Cardenal, a los cuales, obviamente supera en la
profundidad de su compromiso social. Pero estas metáforas religiosas se
deben utilizar con cuidado: nunca se debe olvidar el objeto de denucia
social. Asì, la musa le susurrará a su delicado oído un verso como “Esas
que llevan la cruz de solo recibir los residuos del neoliberalismo”.
Pero aquí el poeta socialmente comprometido deberá tener cuidado de
escuchar con atención el susurro de la musa proletaria y no dejarse
seducir por el canto de las sirenas esteticistas. Para ello resulta muy
recomendable nuevamente utilizar anáforas aunque resulten machaconas y
tan fáciles de entender que hasta permiten la memorización. De tal
suerte repítase una y otra vez la palabra inicial del inspirado verso.
Por supuesto que no se debe olvidar usar de vez en cuando aquello que el
teórico Hugo Friedrich llamó “categoría negativa” y que da por
resultado osadas metáforas. Así, utilizando la anáfora y la metáfora
religiosa aunado a una metáfora osada y una categoría negativa y la
conciencia existencialista resultará un verso como “esas que llevan la
laxante penitencia del rechazo”. El resultado es magistral y el poeta
socialmente comprometido deberá continuar en este tenor, pero subrayando
la cuestión religiosa que entiende su auditorio revolucionario, porque,
como dije, sus abuelitas los llevaron a oír misa los domingos. Te tal
suerte resultan versos como : “esas que resucitan triunfantes al tercer
día”. Este verso, nadie tendrá duda, resulta originalísimo y, además, el
autor prepara ya los motivos del triunfo de la revolución social que
desarrollará en versos posteriores. Pero, en este momento es muy
importante retomar, de nueva cuenta, la denuncia a las estructuras
económicas neoliberales capitalistas. Por supuesto que además es muy
conveniente aunar esto a una denuncia xenófoba. Esto siempre le gusta al
lector socialmente comprometido con la nación. De tal suerte podríamos
crear un verso como “demostrando la falacia de los laboratorios
extranjeros”. Y aquí se puede introducir otro motivo de denuncia social
mostrando la decadencia de las costumbres burguesas. De ello resulta,
¡oh, inspiración creadora!, varios versos: “esas aborrecidas por los
hombres / elegantes y decadentes, / que aun acostumbran las lisonjas
engañosas”. El conjunto de versos, que realmente moverán los ánimos de
rencor social del lector resultan todo un éxito. Ahora, viene algo
dificil, pues se deberá encontrar alguna revolucionaria y obscura
metáfora que le conceda singular profundidad al conjunto. La musa parece
alejarse en este momento, pero la experiencia poética del autor salva
tal orfandad de los nùmenes poéticos con un incisivo, lascerante, y,
ante todo sorpresivo verso transgresor como “de un papel de baño
pusilánime”. El poeta ha logrado sorprender al lector y a su audiencia,
pero no debe quedar satisfecho con ello. Debe imaginarse a una audiencia
que lo escuchará atentamente en la presentación de su opus magnum
revolucionario, y, consecuentemente, no debe relajar la tensión poética y
la denuncia social. La situación le dicta la continuación “más
higiénico que resistente a los embates”. ¡Bravo! El verso cifra
resonancias de la lucha social. La inspiración de todo el Parnaso ha
vuelto y ya no le susurra, sino lo anega en las cristalinas aguas del
fervor poético al dictarle un verso osado: “de las consecuencias de su
gula”. Pero ¡alto! Todo poeta social no debe dejarse arrebatar por
engañosos recursos. Es hora de realizar nuevas tentativas de
transgresión de los cànones poetológicos. El resultado: “esas expulsadas
con laxantes impertérritos / de las formas dolorosas de la represión
del estreñimiento”.
Habiendo llegado a este
punto, el poeta deberá recuperar el motivo principal, la denuncia de la
soledad, y las angustias existenciales. Utilizará repeticiones hasta
desembocar en la cita de flores. Hablar de flores siempre es bueno para
un poeta socialmente comprometido. Sus lectores recordarán fotografías
de mujeres entregando flores a soldados y, consecuentemente sabrán
interpretar los inspirados versos como un llamado a la paz. Ahora,
después de varias citas de flores, el poeta debe hacer una que otra
metáfora relacionada con el amor, la lucha social y los trabajadores. Es
conveniente que el poeta socialmente comprometido, en la parte final de
su oda, conjure la solidaridad de aquellos seres igualmente sojuzgados
por el imperialismo neoliberal, en este caso de los laboratorios, como
sería el caso de la salmonela, los áscaris y los oxiuros. para,
finalmente, concluir su oda a la solitaria intestinal con una
declaratoria de esperanza triunfal que llenará de regocijo al lector
revolucionario. De tal suerte, el poeta tendrá una obra maestra de
poesía socialmente comprometida y ya sólo tendrá que ir a destrozar
bienes ajenos para ser entrevistado por Carmen Aristegui y cosechar los
altos lauros que su sentida inspiración merece leyendo su poema ante las
masas socialmente comprometidas:
Oda a la solitaria
Yo canto a todas aquellas solitarias
solitarias de amor
solitarias de solidaridad
solitarias en el intestino grueso
muriendo por efectos de un medicamento imperialista
aquellas obligadas a esconder su gracia en la obscuridad
de un intestino hambriento
y que sufren las mentiras y el rencor de la comida chatarra
que deja hambrienta la esperanza
esas que llevan la cruz de solo recibir los residuos del neoliberalismo
esas que llevan la laxante penitencia del rechazo
esas que resucitan triunfantes al tercer dìa
demostrando la falacia de los laboratorios extranjeros
esas aborecidas por los hombres
elegantes y decadentes
que aun acostumbran las lisonjas engañosas
de un papel de baño pusilánime
màs higiénico que resistente a los embates
de las consecuencias de su gula
esas expulsadas con laxantes impertèrritos
en las formas dolorosas de la represión del estreñimiento
¡Oh, solitaria!
tú, la hambrienta
tù , la rechazada
tù, la negada
como una rosa sola
como un clavel de esperanza
como una margarita blanca
como un clavel rojo
rojo como la lucha por la dignidad del trabajador
de llegar a tiempo al retrete
rojo como la pujanza por el esfuerzo
de ver, al final,
laja estreñida
tirada en un charco de repulsiòn
el valor de la verdad de una comida
no ganada con el sudor del trabajo honrado
rojo como la sangre inocente que escurre
de heridas intestinales
que corre cual imagen del amor rechazado
en cavernas rectales
Pero no desfallezcas en la lucha
¡oh, solitaria solitaria!
pues aun existe la esperanza
pues aun habrá un amanecer
en que se unan a la lucha la salmonela de pasos ligeros
en que se unan a la lucha las lombrices solidarias con tu soledad
en el escorzor último del recto
¡oh, solitaria solitaria!
no desfallezcas
pues aun habrá un amanecer
en que se unan a la lucha los àscaris limbricoides
incòlumnes y de transparentes intenciones
¡oh, solitaria solitaria!
recuerda que llegarà la evacuaciòn
en que se unan a la lucha las lamblias
de abrazos tiernos y protectores
en que se unan a la lucha los oxiuros
invencibles en sus determinaciones
de prurito revolucionario
¡No desfallezcas, compañera, no desfallezcas,
pues siempre habrá otra infecciòn intestinal
en la que vencerá tu lucha!