miércoles, 17 de abril de 2019

Salón Munal o cuando los estúpidos llegan a puestos de poder en el secctor cultural

Hace pocos días, la Sra. Sara Baz, nueva y flamante directora del Museo Nacional de Arte (MUNAL), anunció la realización de un evento ideado por el Sr. Daniel Godínez Nivón, reconocidísimo artista del Helicón Patrio, en que el público podía bailar en el Salón de Protocolos del Museo Nacional de Arte.
La proposición fue titulada "Salón MUNAL" en reminiscencia e imitación cercana de los antros de sospechosa y no tan sospechosa reputación de los años 40 del siglo XX. La originalísima proposición fue justificada como un mecanismo para atraer al museo al público que jamás se ha interesado por ir al recinto a pesar de la valía de sus colecciones, los conciertos, las conferencias y visitas guiadas o, aun, la entrada gratuita el día domingo.
Tal originalísima y vanguardista proposición fue criticada por algunos grupos con el argumento que peligraba el singular patrimonio arquitectónico que representa el Salón de Protocolos del MUNAL en sus valores artísticos, culturales, arquitectónicos e históricos reconocidos por propios y extraños como también por instituciones nacionales e internacionales. El caso levantó una cierta controversia en redes sociales y, lamentablemente, las autoridades cedieron y prohibieron su realización en el Salón de Protocolos, pasándolo al Patio de los Leones.
¿Qué importa el daño a las obras si se logró una experiencia transgresora e incluyente que acerque al arte a quien nunca se interesó por él?
Algunos pensaron en el caso de las destrucciones de la Sala de Espectáculos del Palacio de Bellas Artes, del Cine Teresa y los daños perpetrados a la estatua realizada por Manuel Tolsá conocida como "El Caballito". Todos ejemplos carentes de peso para el presente caso porque ¿qué importa un salón de tan singular belleza, extraordinario y único valor artístico, cultural e histórico si se daba la oportunidad de que el público normalmente desinteresado por entrar a ese edificio podía apropiarse del recinto, aunque el espacio fuera dañado?
Toda persona medianamente sensata juzgará conmigo de modo reprobatorio a esos grupitos de mentalidad conservadora que insisten en no tratar al público de nimiamente tardo en entender; esos clasistas que califican de recurso populista la organización de bailes en un museo para atraer al público; y que, además califican tal evento como claudicación y tentativa postrera ante el fracaso de no poder realizar exposiciones que por sí solas sean lo suficientemente atractivas para convocar a la audiencia.
Son elitistas (horribile dictu) que recordarán exposiciones como las dedicadas a Darwin, o a Leonardo y Miguel Ángel, o a la cultura maya, donde, sin bailongo, acudió un público heterodoxo de muy diversas clases sociales y mayoritariamente muy joven a esperar muchas horas en interminables filas ante los correspondientes museos. Curiosamente ninguno de ellos era dirigido por la Sra. Sara Baz, ni curadas sus exposiciones por el Sr. Abraham Villavicencio.
Toda persona medianamente sensata juzgará conmigo de modo reprobatorio a esos grupitos de mentalidad conservadora que insisten en no tratar al público de nimiamente tardo en entender.
Pero, a pesar del apabullante éxito, en realidad, todas esas exposiciones fueron un rotundo y sonado fracaso. La razón es sencilla y lógica. En su realización solo se consideraron criterios clasistas, excluyentes y elitistas (horribile dictu) relacionados con calidad y rigor intelectual museográfico, pero nunca se ensayaron criterios incluyentes para atraer a ese público que ni en un sueño marihuano se ha parado en un museo.
Contrario y muy diferente es el caso, digno del más alto encomio, de lo que acontece ahora en el Museo Nacional de Arte. Ahí la Sra. Baz y su museógrafo Abraham Villavicencio reconocieron acertadamente que la calidad de la investigación y museografía es banal e irrelevante mientras se logre atraer a ese público que jamás ha tenido interés de entrar.
Debo expresar mi más profunda reprobación al respecto de todas esas personas que piensan que los asistentes al Salón MUNAL —si nunca antes habían tenido el interés de asistir al museo a pesar de sus obras, sus conciertos, conferencias, visitas guiadas y la entrada gratuita el domingo— tampoco volverán al recinto si no hay bailongo. Se equivocan drásticamente. Esas son ideas conservadoras y anticuadas, pero ante todo clasistas y elitistas (horribile dictu), alejadas de toda idea moderna inclusiva, activista, original, vanguardista, propositiva, multicultural y, ante todo políticamente correcta.
Debo expresar mi más profunda reprobación al respecto de todas esas personas que piensan que los asistentes al Salón MUNAL tampoco volverán al recinto si no hay bailongo.
Es claro que todas esas personas faltas del más mínimo interés por el museo y sus obras, en el momento que traspasen los umbrales del museo con la intención de ir a un jolgorio, así sin más, se sentirán arrebatadas por el aura del recinto, empapadas en gozos extáticos, y anegadas en irrefrenable sed por asistir al museo el resto de su vida sin importar lo que se exponga. Sin importar si carece de museografía como es el caso de las ensaladas que presenta el Sr. Villavicencio, sin importar si sea de dulce, chile o de manteca, como es el caso de la exposición Melancolía: el fervor por el arte los arrebatará como al profeta Elías en flamígero carro. ¡Todo gracias a "Salón MUNAL"!
Así, resulta irrefutable que la preclara idea del Sr. Daniel Godínez Nivón, creador de la idea de "Salón MUNAL", es, ¡cómo dudarlo!, consecuencia de su cotidiano abrevar en las aguas de Hipocrene, las cuales le provocan castálidas inundaciones y obnubilaciones de ideas fertilísimas para convocar al público que jamás se interesó por ir a un museo. Ahora a nadie se le ocurrirá esa idea retrógrada y conservadora de establecer un programa pedagógico para visitas escolares con las que se pretendía formar nuevos públicos. Todo superfluo: "Salón MUNAL" es la solución.
Así, muy estimada Sra. María Cristina García Cepeda, la exhorto para contratar al Sr. Godínez a hacer eventos en la Sala Azteca del Museo Nacional de Antropología. ¡Qué cosa más incluyente, vanguardista y propositiva podría concebirse que ver manifestándose a Terpsícore frente al Calendario Azteca y la Coatlicue? ¿Qué importa el daño a las obras si se logró una experiencia transgresora e incluyente que acerque al arte a quien nunca se interesó por él?
También podrían ponerse pistas de hielo, playas artificiales o roscas gigantes. No me cabe duda que eso acercaría, por lo menos de modo físico, nuevos públicos al arte y alejaría de nuestros horizontes cualquier apocalipsis de descerebrados zombis, que, con certeza, será próximamente entretenimiento de algún crítico literario acucioso.
Así que, estimada Sra. María Cristina García Cepeda, le debo confesar que considero un error sacar del Salón de Protocolos el "Salón MUNAL", tan reminiscente en tantos aspectos de los antros de sospechosa y no tan sospechosa reputación de los años 40. Ha cedido Ud. a criterios burgueses, clasistas, excluyentes, y, con gran probabilidad misóginos, neoliberales, capitalistas, extranjerizantes, sionistas, masones, clasistas, heteronormativos, falocentristas y elitistas (horribile dictu).
Afortunadamente, ha prevalecido el buen juicio y se ha concedido permiso a los devotos de Terpsícore acudir al patio del MUNAL. Con ello, estoy completamente seguro, la nueva directora del museo, la Sra. Sara Baz, a pesar de la exposición curada por el Sr. Abraham Villavicencio, se ha asegurado un lugar muy especial en la historia de los dirigentes culturales de México. Estoy seguro que cuando se hable de ella siempre se mencionará el "Salón MUNAL".

(Texto publicado originalmente en mi blog del Hufington Post)
http://www.huffingtonpost.com.mx/alberto-prez-amador-adam/en-defensa-de-salon-munal-carta-a-maria-cristina-garcia-ceped_a_22115713/

Reflexiones sobre el problema del patrimonio en México a raíz del incendio de Notre Dame

En días pasados el mundo (civilizado) se conmocionó por el incendio de la catedral de Notre-Dame. Dentro de la desgracia, tuvimos suerte que, según los primeros reportes, "sólo" se perdió menos del 10% de las obras de arte que se conservaban ahí. Muchas obras habían sido retiradas por los inminentes trabajos de restauración y por los festejos de la Semana Santa. Otras, que permanecían en la catedral salieron ilesas. Algunas se perdieron. Afortunadamente los rosetones medievales, una de las grandes maravillas de la historia del arte, se salvaron por milagro. 

Una frase medieval decía que todos los caminos del mundo llevan a Roma. No es exagerado decir que todos los caminos de la cultura llevan a París. París es el centro de la cultura de Occidente y Notre-Dame es su corazón. La consternación por el incendio y destrucción parcial de la catedral provocó reacciones en todo el mundo y una verdadera oleada de donaciones para reconstruir la catedral.

La situación pone el dedo en la llaga de un problema que todo visitante de París (y Francia) sabe: los templos en Francia están en un estado absolutamente ruinoso. Esto es un verdadero escándalo. Espero que esta muy dolorosa experiencia despierte la conciencia y se tomen medidas para evitar otras catástrofes.

Pero, si somos realistas, tendremos que admitir que nadie aprende en cabeza ajena. Hemos visto destrucciones del patrimonio cultural por negligencia en todas partes. Tan sólo se debe recordar la destrucción por fuego del castillo de Windsor, del Gran Teatro de Ginebra, el Teatro La Fenice y el Teatro Liceo de Barcelona. Todos estos edificios han sido reconstruidos. Hay otros casos muy dolorosos que vale la pena recordar como lo es el Museo Nacional de Brasil, donde, si bien se conservó el edificio, sus valiosas colecciones desaparecieron bajo las llamas.

Quisiera mencionar otros casos en donde se destruyeron edificios valiosísimos y que o bien ya se reconstruyeron o están en proceso de reconstrucción.

En la noche del 2 al 3 de septiembre un incendió destruyó la valiosa biblioteca Duquesa Anna-Amalia en Weimar. Mas de 50 000 volúmenes fueron destruidos. Otros 67 000 están dañados. Lo más doloroso fue que muchos manuscritos únicos se perdieron irremediablemente, aunque, afortunadamente, una parte considerable estaba digitalizada o se habían hecho microfilmes. A 14 años de esa desgracia se calcula que todavía faltan años hasta que el bellísimo edificio sea reconstruido completamente. Esta es una fotografía de la biblioteca antes de la destrucción.


Como he dicho, mucho del material, especialmente del piso de abajo, se logró salvar. Lo que sí se perdió fueron muchos manuscritos que se conservaban, aunque, una parte considerable estaba digitalizada. Quisiera recordar que entre las cenizas se encontró un manuscrito que se salvó de milagro y que era desconocido: una cantata de Bach que no se había descubierto. La pregunta que se impone es: ¿habrá habido más obras de  Bach que se conservaban ahí y que no habían sido descubiertas y se perdieron en las llamas?

Y, viendo el caso de esta valiosa biblioteca en Alemania me pregunto: ¿cuántas de las bibliotecas en México están seguras y, ante todo, se han digitalizado sus materiales? El caso importa considerando que del acervo de música virreinal se ha estudiado y editado menos del 1% de lo que aun se conserva. Tenemos en México muchísima música renacentista, barroca y neoclásica que está en más de 20 grandes archivos, algunos de dimensiones gigantes, que no han sido estudiados. De ellos tan sólo el archivo musical de la Catedral Metropolitana y de la Catedral de Puebla están fotografiados en microfiches. De la Metropolitana hay un muy pequeño acervo digitalizado, pero falta muchísimo. Si sucedieran incendios como en la Biblioteca de la Duquesa Anna Amalia perderíamos nuestra historia musical de siglos. Para quien ignora de qué se habla cuando hablamos de música mexicana de los siglos XVI, XVII y XVIII, el siguiente enlace presenta el ejemplo de una obra de Manuel de Sumaya, el gran compositor mexicano de la primera mitad del siglo XVIII.


No podemos permitir que este enorme acervo cultural se pierda si consideramos que ya perdimos una parte considerable de obras de Sor Juana Inés de la Cruz y otros poetas importantes del barroco, de los cuales solo sobreviven pocos ejemplos de su producción. Pienso al respecto de la muy dolorosa pérdida de las obras de Luis Sandoval Zapata, del cual sólo se conservan menos de 30 poemas de una producción enorme de poesía, obras de teatro, tratados filosóficos y teológicos. ¿Dónde están sus obras? Y lo mismo podemos decir de otros grandes poetas del barroco mexicano como Juan Carnero, un poeta poblano muy respetado y del cual sólo se conserva una obra, o Arias de Villalobos, uno de los primeros autores de teatro en México y del cual sólo se conserva un poema en que describe la ciudad de México a inicios del siglo XVII.

Ahora quisiera pasar a otro caso. Es un ejemplo particularmente espectacular para entender lo que significa la diferencia entre "restauración" y "reconstrucción". Se trata de la catedral de Nuestra Señora de Dresde (Frauenkirche). Después de los bombardeos organizados por los ingleses para destruir el patrimonio cultural alemán (a pesar de que el final de la guerra era inminente), la catedral, una de las grandes obras maestras del barroco de Europa Central, como consecuencia del calor del fuego, se colapsó. Prácticamente no quedó nada. Esta es una fotografía del estado de la catedral como quedó después de la guerra y cómo estuvo hasta inicios de los años 90 del siglo XX.





Mientras los socialistas mantuvieron la dictadura comunista en Alemania Oriental, no se hizo absolutamente nada al respecto. Pero, después de que Alemania Oriental se liberó de la dictadura comunista se iniciaron los trabajos de reconstrucción. Hoy en día la Catedral de Nuestra Señora de Dresde luce en su antiguo esplendor tanto en su construcción como también en su decoración interior. Al respecto hay que anotar que se reconstruyó toda la catedral tal cual lució antes de su destrucción. En el interior se reconstruyeron hasta las estatuas, las pinturas, el estuco y hasta el órgano monumental. Aquí dos fotografías de cómo luce hoy la catedral por afuera y por dentro. Las piedras negras que se observan son piedras de la antigua catedral y que, con estudios y computadora, se logró establecer en qué lugar se encontraban antes de la destrucción. Al reconstruir la catedral se reintegraron en exactamente el mismo lugar en que estaban antes.





La reconstrucción de la Catedral de Nuestra Señora de Dresde (Fraunkirche) es un ejemplo soberbio de conciencia cultural que debemos aprender en México.

Merece la pena, en este contexto, mencionar el caso del Palacio Real de Berlín. El edificio fue severamente destruido durante la 2ª Guerra Mundial, pero los daños no eran tales que no se hubiera podido reconstruir. No obstante, los comunistas lo dinamitaron. Aquí una fotografía del Palacio dañado por los bombardeos



Como he dicho, en lugar de reconstruirlo, los comunistas lo dinamitaron. En su lugar construyeron un adefesio que llamaron “Palacio de la República”. Esta es una fotografía de ese espantoso edificio comunista.




Después de la caída del Muro de Berlín se decidió tirar este adefesio y reconstruir el Palacio Real. Debo anotar que una parte considerable de tal empeño se está financiando con donaciones que los alemanes hacen mensualmente de modo voluntario. La reconstrucción va muy avanzada. Aquí una fotografía de 2018.



Para quien le interese, encontrará en el siguiente enlace fotografías y películas históricas del Palacio antes de la guerra, el estado en que se encontraba después del bombardeo, la filmación que hicieron los comunistas del momento en que lo dinamitaron y el proyecto de reconstrucción en su lugar original después de que se tiró el adefesio llamado “Palacio de la República” construido por los comunistas.


Estos son dos ejemplos de conciencia cultural en que se muestra que, a pesar de haber sido destruido un edificio de valor cultural y artístico, se recupera tal edificio por medio de una reconstrucción. 

Pero ¿qué sucede en México? Esa conciencia es ABSOLUTAMENTE INEXISTENTE. Aquí se han destruido y se destruye todos los días patrimonio cultural y ni por error se les ocurre reconstruirlo. Mencionaré un caso particularmente doloroso: el Teatro Nacional. 

Se trataba de un gandísimo Teatro con cupo para 3000 personas (el Palacio de Bellas Artes sólo da cabida 1400). Era la gran obra maestra de la arquitectura mexicana del siglo XIX debida a Lorenzo de la Hidalga. 

Aquí una litografía antigua del Teatro Nacional de México




Aquí una fotografía de ese teatro. 




Y aquí una pintura de cómo era el interior de ese magnífico teatro.




A finales del siglo XIX sufrió daños estructurales por un terremoto y, en lugar de salvarlo se tiró para hacer la calle de 5 de mayo. Aquí una fotografía del momento en que a martillazos se tiró este maravilloso teatro. 





Lo increíble es que al momento de su destrucción los mexicanos festejaron el hecho como un avance de la modernidad. Hoy estaríamos orgullosos de ese teatro.

Como este caso se podrían mencionar muchísimo casos de destrucción en todo el país. Tan sólo hay que considerar lo que fue el Paseo de la Reforma, una de las avenidas más bellas del mundo, que hoy es una avenida HORRENDA. 

Como la mayoría de la gente ni siquiera sospecha lo bella que fue la Ciudad de México antes que el imbécil comunista y analfabeta de Lázaro Cárdenas comenzara con su destrucción me permito poner algunas fotografías. 








Paseo de la Reforma se perdió en su totalidad como 90% del patrimonio arquitectónico que hacía de CDMX una de las ciudades más bellas del mundo. Hoy es un conglomerado de construcciones chatarra. Y, por supuesto, no existe la menor conciencia de reconstruir edificios históricos. Pero hay algunos casos en que no necesitamos llegar a los niveles de conciencia cultural e histórica de los alemanes, sino, simplemente, por un elemental sentido deberíamos salvar lo poco de patrimonio cultural que nos queda. Voy a dar algunos ejemplos particularmente dolorosos. 

En la calle de República del Salvador 59, se encuentra el palacio de don Pedro Romero de Terreros, conde de Regla y fundador del Monte de Piedad. La construcción  data del siglo XVIII y se consideró uno de los palacios más grandes de México. Hoy en día este palacio es una ruina y se está cayendo. Aquí una fotografía de cómo se encuentra el día de hoy.





Tenemos otro caso dramático: el Teatro Principal. Fue el teatro más antiguo de la Ciudad de México y se conservó hasta los año 30 del siglo XX en que hubo un incendio. Eso sucedió durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, y como es de esperarse de un analfabeta y destructor como lo fue Cárdenas, se mandó tirar el edificio en lugar de reconstruirlo. Aquí una fotografía de lo que fue el Teatro Principal que se encontraba en la calle de Bolívar 30.



Durante años hubo ahí un lote baldío. Luego se construyeron algunas oficinas, manteniendo la mayor parte del solar como lote baldío para un estacionamiento. Así es como luce hoy. No se dejen engañar: atrás está el lote baldío y si hubiera conciencia cultural se tiraba este bodrio y se reconstruía el teatro.



Ahora quisiera presentarles otro caso en que se observa dolorosamente la falta de conciencia cultural de México. Se trata del Teatro Virginia Fábregas que, en la segunda mitad del siglo XX, fue comprado por Irma Serrano. Esta es una fotografía del teatro como era antes.


Irma Serrano tiró la fachada y en los salones que tenía el teatro construyó departamentos. El resultado es este.





No obstante esta destrucción, se conservó la estructura del edificio antiguo. Por ello se puede reconstruir la fachada y los salones. Pero lo más importante es que atrás de esa horrenda fachada se conservó el antiguo Teatro Virginia Fábregas. esta es una fotografía de cómo está por dentro con sus palcos, estucos y dorados.





Esto significa que, si hubiera conciencia cultural, se puede recuperar el Teatro Virginia Fábregas reconstruyendo su fachada y restaurando el teatro por dentro.  Muy diferente es el caso del Teatro Lírico en la calle de Cuba 46. Esta es una fotografía de ese teatro.




Hace algunos años se tiró todo el teatro y sólo se conservó la fachada. Si hubiera conciencia cultural se reconstruiría el teatro como era y la CDMX ganaría un espacio muy importante. La fachada luce hoy así: 



Otro caso similar es el del Cine Teatro Opera en la calle de Serapio Rendón, que fue un magnífico teatro y cine en art-decó. Es el único que sobrevive de una ola de destrucción de los espectaculares cines antiguos que hubo en la ciudad de México. De haberse conservado esos cines serían atracción turística. Esta es la fachada del edificio y algunas fotografías del interior. Las imágenes son dolorosas al revelar el esplendor que tuvo.









Finalmente quiero llamar la atención sobre un magnífico mosaico que se encuentra en la S.S.S. en Av. José Vasconcelos. El edificio es del gobierno y no obstante no se hace nada para salvar este monumental mural-mosaico que todos los días se destruye más. La imagen habla por sí misma y no necesita mayor comentario





Con estos ejemplos en mente recuerdo la oferta de Marcelo Ebrard de mandar ayuda de México para reconstruir la Catedral de Notre Dame.  Su ignorancia, ampliamente conocida, se demuestra nuevamente al ofrecer ayuda a Francia cuando aquí lo poco de patrimonio cultural que conservamos se está cayendo a pedazos.